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Ximena Pía Bórquez Morales

Córdoba (Argentina) 11 de noviembre de 2021.
Ximena Pía Bórquez Morales

Testimonio de nuestra hermana Ximena


Tuve el extraño privilegio de acompañar fraternalmente a Ximena en los últimos tres años de su vida. Había pensado decir “de su enfermedad”, pero creo que es más correcto decir “de su vida”, ya que su enfermedad estaba integrada en ella: no la definía, pero sí formaba parte de su existencia. En esa vida iban juntos todos sus amores, sus amigos, sus pasiones, sus ideas, su certeza y el convencimiento de que no era una víctima del cáncer, sino que ese cáncer tenía un “para qué” en su camino.

Ximena era mucho más consciente de su realidad espiritual, psíquica y física de lo que aparentaba. Tenía la habilidad de definir con pocas palabras su situación y luego cambiar de tema, provocando alivio en quien había escuchado semejante verdad. Recuerdo el día que le alquilé el aparato de oxígeno para que pudiera respirar mejor: me dijo que ya había “googleado” que iba a terminar así… y varios detalles más de lo que estaba sucediendo. Al mirarme a los ojos, después de semejante afirmación, me dijo uno de esos chistes tan buenos que tenía en su repertorio, logrando que me riera a carcajadas y llorara al mismo tiempo.

Cada vez que tenía un control médico y sabía que la noticia sería peor que la del control anterior, me pedía que la acompañara. Cuando yo intentaba usar eufemismos para tocar el tema y prepararnos para ver qué responder ante tal o cual planteo, ella volvía a decirme que estaba todo bien, que “vamos viendo”, que haríamos lo que debiéramos, que “este cáncer se vence solo con operaciones, y mientras se pueda operar, ¡operemos!”. Recuerdo las dudas de los médicos cuando se planteó operar el dedo de la mano izquierda, por lo que significaría el impedimento de tocar la guitarra.

Fui testigo de que Ximena logró mirar a la muerte sin miedo, con fe y respeto al mismo tiempo, peleándola hasta el último día, pero con la serenidad que da estar madura para la Vida Eterna. Recuerdo uno de los últimos días, cuando fui a verla y la encontré llorando (Ximena lloraba como una niña cuando algo la conmovía). Me acerqué y le pregunté qué le pasaba. Empezó a reírse y me dijo que no me asustara, que lloraba de consolación porque acababa de “whatsappear” con un sacerdote que le había prometido visitarla para darle la unción y confesarla. Eso le había producido mucha paz, porque se daba cuenta de que no todos pueden morir así: tanta gente a la que la muerte sorprende, y ella con tantos cuidados y oportunidades de prepararse bien… eso le daba un gran consuelo espiritual.

Hace poco leía que a los santos los constituye como tales su propia trayectoria vital y su docilidad para dejarse iluminar por Dios en las decisiones de la vida. Sin ánimo de canonizar a Ximena (ella no me lo permitiría), puedo decir que es una de esas hermanas “de la puerta de al lado” que me enseñan a mirar a todas las personas, cada una con su trayectoria, en camino de ser la santa o el santo de la puerta de al lado.

En Ximena esta trayectoria se dio hasta el final. Fue fiel a sí misma siempre, con sus originalidades, con sus ansiedades, con su buen humor, con su bondad —que, entre otras cosas, hacía que nunca hablara mal de nadie—, y con su tesón y esfuerzo titánico para poder terminar la Misa Janeriana, no como una obra propia, sino como un aporte de la Familia Janeriana al santo pueblo fiel de Dios, que, según ella, tenía “la mejor voz”.

Quiero expresar también, humildemente y como testimonio, que Ximena era consciente de que muchas veces no fue comprendida, valorada o aceptada por algunas personas… y doy fe de que nunca se quejó de ello. Logró mirar con respeto a quienes la veían diferente y partió con la tranquilidad de quien acepta las diferencias y no pretende acomodar el mundo a su propia mirada. Porque —¡eso sí!— la mirada humana, cultural, religiosa, espiritual y ecuménica de Ximena era más grande que su porte, o su “cuerpito”, como solía decir bromeando. Esa mirada la hacía muy cercana, empática y caritativa con todo el mundo, fuera quien fuera, pensara lo que pensara y creyera en lo que creyera… o incluso si no creía.

En los días siguientes a su Pascua, las redes sociales “explotaron” con despedidas, comentarios y valoraciones. Muchos destacaban su música, su alegría, su bondad. A su misa de exequias vino gente de todo tipo, y muchos que no pudieron asistir enviaron saludos; lo mismo sucedió en Viña del Mar. Todo esto es cierto, pero también es importante destacar que el mejor ejemplo que Ximena nos ha dejado es su lección de vivir y morir en manos de Dios, como ella misma lo expresa en la estrofa del canto de procesión de ofrendas de la Misa Janeriana:

“Y las uvas maduras ofrecen lo mejor que de ellas se encuentra,

tan alegres nos muestran que sólo a Él unidos, somos VIDA NUEVA.”

Gracias, Xime, por decir que te he ayudado; no te imaginás lo que vos me ayudaste a mí. Que nuestro Padre en el cielo te reciba con un abrazo fraterno y acogedor.

Tu hermana,Verónica. Sfu


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Familia Janeriana

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