Victoria Gil Rodrigo
Peñagrande (Madrid)
26 de julio de 2022
«Nos encontramos aquí para despedir a una persona buena, la bondad definía muy bien a mi tía María Victoria.
Despedirse siempre entristece, pero creo que ella estaría feliz porque la gran familia que es su Congregación la ha acompañado, arropado y querido en todo momento; en estos últimos años ha sido su apoyo y su remanso. Personalmente, en nombre de su otra familia, queremos daros las gracias.
Además, Victoria tenía otra familia a la que también quería mucho y cuidaba y con la que disfrutaba siempre que tenía ocasión. Hoy, aquí, estamos una pequeña representación, entre los que incluimos a su hermana y algunos sobrinos y sobrinas, pero todos los demás están presentes con el corazón: hermanos, todos sus sobrinos y resobrinos.
Como decía antes, mi tía Victoria proyectaba bondad, cariño, armonía, paz, tranquilidad, disponibilidad... siempre eran los otros antes que ella.
Desde muy joven decidió afrontar una vida dedicada a los demás, ingresando en la Congregación de la Sagrada Familia de Urgell. Aquella joven a la que, seguro, le suscitaron dudas, inquietudes, cuando decidió dejar su familia, su pueblo, su casa. Sin embargo, quien la conoció sabe que ella fue feliz habiendo tomado esa decisión. En sus palabras había orgullo de ser quien era y de hacer lo que hacía.
En su intensa vida, ejerció durante años como maestra en Pola de Lena (Asturias) y en Utrera (Sevilla). Hablaba con ilusión y emoción de su profesión, de su dedicación al alumnado. Era una de esas maestras que se ocupaba y preocupaba de todas y cada una de sus alumnas. También de sus familiares, a algunos de las cuales dedicó ese tiempo necesario que ayuda a las personas a avanzar y mejorar.
En tiempo de vacaciones siempre había unas semanas en las que volvía al pueblo, Villasandino, y allí se reencontraba con su familia. Le encantaba cuando nos juntábamos todos alrededor de la mesa. Son esos buenos momentos los que siempre estarán presentes cuando la recordemos.
La tía Victoria siempre nos tenía presentes, sabía de nuestras vidas, porque además se interesaba por ellas, por nuestros trabajos o estudios. Nos animaba, nos felicitaba por nuestros éxitos. Nunca olvidaba un cumpleaños y sabíamos que estuviera donde estuviera tendríamos una carta o un mensaje con una felicitación, por supuesto también en Navidad.
Al pasar los años se jubiló de maestra, pero empezó una nueva etapa, México, que para ella fue como rejuvenecer. Sentía que tenía muchas cosas que hacer. Nos sorprendía cuando nos contaba cómo viajaba para visitar a algunas comunidades, su actividad en la radio, que por cierto le encantaba, su trabajo de catequesis que para ella era tan importante... Allí fue realmente feliz, descubrió en México un nuevo hogar, donde se sintió muy querida y creo que muy útil.
Hace unos pocos años la edad y la salud la trajeron de nuevo a Madrid. Vino a esta comunidad de Peñagrande y, como no podía ser de otra manera, acompañó, ayudó, escuchó, atendió y animó a aquellas compañeras cuya salud ya era precaria. Hasta que un día fue ella la que necesitó esa ayuda, esa compañía y ese cariño y aquí lo tuvo, gracias a todas y cada una de vosotras, hermanas y trabajadoras de esta comunidad, porque vivió estos últimos años muy querida y muy bien acompañada.
Gracias tía por lo que has aportado a la vida de tantas personas.»
-Testimonio de una sobrina de Victoria-
Queridos familiares; queridas hermanas y hermanos todos:
Hoy, el Señor nos convoca alrededor de su Mesa para agradecer con gozo, la vida y el sereno Paso a la eternidad de nuestra hermana Victoria, acaecido al filo de la medianoche del 26 de julio de 2022.
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Gracias, por la vida de vuestra querida hermana y tía, nacida hace 88 años en pleno corazón de la tierra burgalesa, en el seno de una familia sencilla, de profundas convicciones cristianas, donde escuchó la llamada de Jesús a consagrarse por entero a Él.
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Gracias, por su vida entregada en la Congregación de la Sagrada Familia de Urgell, dedicándose durante muchos años a la educación de los pequeños en nuestros colegios y, más adelante, a la acción misionera en tierras mexicanas, predicando el Evangelio, llevando a conocer el Carisma janeriano e infundiendo a todos el amor a nuestra Beata Madre Ana María por los numerosos ranchos del lugar, a los que solía acudir acompañada de jóvenes formandas y otras hermanas, hasta el momento en que fue destinada a esta comunidad – enfermería por motivos de salud.
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Gracias, en fin, por el don de su persona: una mujer orante, de grande y maternal corazón, fraterna y muy familiar.
Ahora descansa en la paz bienaventurada. Es feliz y, desde el Cielo, y en el corazón de sus seres queridos, nos sonríe - con esa preciosa sonrisa suya que traslucía la belleza de su alma -, nos cuida e intercede por todos nosotros.
-Monición de entrada de la Eucaristía de Exequias por la hermana Mª Victoria Gil Rodrigo-