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Rosario Gatón Calvo

Utrera (Sevilla)
9 de enero de 2020
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A NUESTRA HERMANA ROSARIO GATÓN CALVO

Cercana y cariñosamente “Rosarito”. Rosarito nació en el seno de una familia cristiana en Reinosa Santander (Cantabria) España, y falleció en Utrera (Sevilla) el 9 de enero de 2020.

En su juventud, al estilo de Ana María Janer, ofreció su vida a Dios, optando por la Vida Consagrada.

Pequeña de estatura, con un gran corazón y un alma prodigiosa para amar y servir. Tenía una sonrisa pronta, gran comunicadora de su vida, optimista, no tenía complejos de su “pequeñez” y sí mucho humor para aceptar y recordar anécdotas: “milagro, milagro, el coche de las monjas circula sin chófer” por ejemplo, decían los habitantes de Pola de Lena donde estuvo destinada; su estatura no le llegaba por encima del volante. Sufre las consecuencias de la Guerra Civil Española y a los 9 años está a punto de embarcarse en un barco para marchar a Rusia pero ella escapa a todas las barreras y se esconde en unos huertos -comiendo tomates- hasta el día siguiente que llega a casa de unos tíos. Cuando va a iniciar la Vida Religiosa, se traslada a Barcelona en tren, pero al llegar a la estación no le espera la Congregación a la que tenía que ir y como iba acompañada de otras aspirantes a la Sagrada Familia de Urgell, decide quedarse en nuestra Congregación.

 

Ponía entusiasmo en todo lo que hacía, si era en la cocina, era la mejor cocinera siempre dispuesta a agradar. Si era costurera, cortaba faldas y blusa como la mejor, para eso tenía el título de corte y confección. Y si hacía repostería, su fama llegaba a límites nacionales.

Supo ser una persona alegre, cariñosa, servicial, positiva, de fe profunda y con un amor sin límites. Destacó por su amor a la Virgen y a la Eucaristía. Trasladar el Santísimo de la iglesia a la Capilla le hacía expresar: “Todo un Dios en mis manos” con admiración, fe y asombro de la grandeza de Dios. Piadosa, cada mañana se tenía que levantar antes que nadie y después nos decía:  ya he rezado las tres partes del rosario.

Todas las que formamos la Comunidad de Utrera y hemos convivido con ella, constatamos que Rosarito “pasó  por esta  vida haciendo el bien” por lo que damos intensas gracias a  gracias a Dios. A la vez que agradecemos el don de haber compartido las maravillas que Dios ha hecho en su  Vida.

-Cdad. de Utrera-

«IN MEMORIAM» DE NUESTRA QUERIDÍSIMA HERMANA ROSARIO GATÓN CALVO: ROSARITO

Su nombre era “Rosario”, pero la llamábamos “Charito” o “Rosarito” o “Charín”. ¿Por qué?

Era chiquitina, más lista que el hambre, ágil, trabajadora incansable. Siempre en la cocina, aunque también le gustaba coser y hacer labores de ganchillo, lo que se le daba de maravilla.

Muy cercana, cariñosísima, animada (imitaba a Lina Morgan haciéndonos reír y disfrutar durante los ratos de recreación y sobremesas festivas…)

Siempre servicial, alegre, acogedora, obsequiosa, tierna, compasiva con todos. ¡Un primor! ¡Qué corazón tan bueno y qué alma tan limpia y sencilla! ¡Qué ángel tan especial ha subido derechito al Cielo la mañana del jueves, día 9 de enero de 2020!: ¡Charito! ¡Cuánto cariño has atesorado a lo largo de tus 92 años, preciosa hermana mía! ¡Nos hemos querido tanto a lo largo de tantos años! Han sido más de 40: desde 1976 o principios de 1977, que nos conocimos cuando llegó destinada a la recién estrenada comunidad de Miguel Aracil…

 

A su lado, todos los problemas, desánimos y disgustos se desvanecían. Yo le revelaba los míos, que eran frecuentes, y me tenía encomendada “de por vida” a la Sagrada Familia.

 

¡Madre! Los triduos a Jesús, María y José por mi salud espiritual y física, se seguían sin cesar. ¡Con cuánto fervor oraba y velaba por la perseverancia y santidad de todas las hermanas, con especial predilección por las más jóvenes, a quienes veía más vulnerables!

 

Se fiaba plenamente de mí. No puedo olvidar una anécdota relativa a mi atrevido manejo con las tijeras: una tarde en Miguel Aracil, Mª Teresa Graells era la Superiora provincial, le propuse cortarle el cabello. Y, convencida de mis habilidades, accedió. Tomé las tijeras resueltamente y empecé a cortar… Pero, cuanto más cortaba, más trasquilones salían; de modo que, para “igualar”, seguía y seguía cortando. Cuando me di cuenta, tenía ante mí su cabecita, como un madroño casi mondo y lirondo. ¡Y ya no había remedio! Le puse un espejo delante para que se viera… y, aunque el impacto la hizo exclamar con horror: “¡Ay, María del Carmen!, ¿Qué me has hecho?”, a continuación comenzamos las dos a reír a carcajadas de tal manera que asustamos a Mª Teresa, quien subió alarmada a ver qué nos sucedía. Lo gracioso fue que, al contemplar atónita el desastre en que había convertido la cabeza de Rosarito, se unió a nuestras incontenibles risas. Por suerte, aún vestía el hábito y el velo disimuló parcialmente mi “obra de arte”. Sólo le asomaba un escasísimo flequillo... que no tardaría mucho en crecer. ¡Qué episodios!

 

Fui con ella y con Marisa en no pocas ocasiones a casa de su hermana Milagros a visitar a la familia: el matrimonio, sus dos hijas, y su madre: “la señora Sebastiana”, con quienes vivía. Años más tarde, destinada en la comunidad de Los Molinos, Rosarito se la llevó con ella hasta su muerte. Y está allí enterrada. La mamá era una bendición: humilde, buena, sencilla, serena…, muy querida por todas.

En la comunidad era un bálsamo. No se la oía. Jamás molestó a las hermanas. Al contrario.

 

Nuestra querida hermana Rosarito no tuvo una andadura fácil en esta tierra: nació en el seno de una familia cristiana buena y muy humilde. Ingresó en nuestra Congregación siendo muy jovencita y, en ella, siempre desempeñó tareas domésticas, especialmente culinarias, aunque le gustaba hacer de todo, y lo hacía requetebien. Incluso, siendo mayorcita, se sacó el carnet de conducir. ¡Y conducía, ya lo creo! Casi no se la veía en el coche (necesitaba dos almohadones…). Era genial.

Pensando en ella, en su trayectoria, creo que nunca se dedicó a estudiar nada en concreto. No sé si siguió algún curso de cocina. Pues…, jamás la oí quejarse de su suerte; jamás. Era feliz en la cocina. No paraba quieta. Incluso estando enferma seguía en la brecha. Y, como he dicho antes, siempre pensando en agradar a las hermanas y a todo el que fuese: con desenvoltura, entrega generosa y alegría.

 

No gozó de una salud fuerte. Estaba operada de estómago y padecía con frecuencia trastornos digestivos. Recuerdo incluso haberle realizado una gastroscopia durante una de mis guardias en el hospital “La Paz”. ¡Charito!

Pero no fue el estómago ni el hígado lo que la llevó a la muerte, sino una leucemia, no sé si insidiosa o galopante. Con total lucidez, poquito a poco, se fue debilitando hasta entregarse “ya de vero” a su Señor. Velada por sus hermanas de comunidad, serenamente, con paz.

 

¡Charito!: Jesús te abrazó y, directamente, te llevó al Corazón de Abbá. De volandas, Charito. De la vida a la Vida, sin otra solución de continuidad que un dulce sueño: cerrar los ojos para, inmediatamente, abrirlos; y ver, tras tanta noche-oscura, la Noche-Luz: la verdadera Luz: El Rostro de Dios Amor, tu Centro: La Razón de tu vida.

 

Descansa en PAZ; en la Bienaventurada y deseada PAZ, pequeña hermana mía: mi Rosarito.

 

En el Cielo; en AMOR no será necesario rezar más triduos a la Sagrada Familia, tan pegadita a tu alma durante toda tu vida aquí, en esta tierra nuestra.

 

En el Cielo, mi Charito; en lo más profundo del Corazón Misericordioso de Dios, podrás hablarle a Él, no sólo de mí, tu queridísima hermana María del Carmen, sino de tantas otras personas anudadas a tu querer: tu oceánico y buen corazón. 

Vive libre y feliz. Goza indeciblemente, sumergida en Dios Trinidad.

¡Te quiero, Rosarito!

Tu pequeña hermana, María del Carmen (como siempre me llamabas).

-Hna. Carmen Capilla Roncero-

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