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Mª Francisca Itóiz Martínez

Sevilla
17 de febrero de 2020
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"IN MEMORIAM" MARIA FRANCISCA ITÓIZ MARTÍNEZ

El pasado 17 de febrero de 2020 pasaba a la eternidad en Sevilla, su comunidad, nuestra hermana María Francisca Itóiz Martínez. Así, de improviso.

La superiora, Lola, al advertir su ausencia en la capilla para el rezo de vísperas, se acercó a su habitación para interesarse por ella y la encontró en el suelo, sin vida.

En cualquier momento. A cualquier edad. No importa. La muerte irrumpe cuando menos lo esperamos. Se dice con frecuencia que todos tenemos una misión que cumplir en esta vida y, cuando la llevamos a cabo, el Señor nos lleva con Él. ¿Será así?

En tal caso, nuestra querida hermana “Kika” (como familiar y cariñosamente la llamábamos) llegó a la Meta. Culminó su tarea en esta tierra nuestra.

Hija de una familia muy cristiana y religiosa, hermana de Mª Tomasa y sobrina de Valentina, Blasa y Esperanza, tan queridas, todas ellas hermanas de nuestra congregación…

Consagró a Dios su vida en el Instituto siendo muy jovencita y, a lo largo de casi toda ella, se dedicó a la enseñanza en nuestros colegios de Utrera, Sevilla, Palomeras y Pola de Lena.  

Aunque nunca hemos vivido juntas, salvo en los capítulos provinciales y generales donde coincidimos, puedo decir que:

Francisca era una mujer extrovertida, sociable, cariñosa, de un trato muy agradable.

Le gustaba mucho pasear y conocer la belleza de los lugares en los que residió. Amaba la naturaleza. Era una persona alegre y vital.

Guardo de ella un singular recuerdo, por lo que llegué a sentir hacia su persona una ternura y cariño especialísimos en los últimos meses. Y tiene que ver con su cercanía y afecto, a mí expresados, tras el fallecimiento de mi querido padre en Sevilla, hace hoy, seis meses y 16 días.

Sin saberlo, ambas coincidimos en la misa de 9 de la mañana de los Redentoristas al día siguiente del entierro de sus cenizas. Al verme, me abrazó con inmensa ternura y, a partir de aquel día, estuvo yendo a esa misa para acompañarme. Me pareció un gesto de cariño fraterno que nunca, nunca olvidaré.

Gracias, Kika, por tu vida, por tu labor educadora, por tu misión evangelizadora llevada a cabo en nuestra amada congregación durante tantos años.

Gracias por tu entrega alegre y generosa.

Gracias por tus dones compartidos.

Gracias por hacerte tan presente y cercana a mí y a mi familia en aquellos días del mes de agosto pasado, unidas en la eucaristía.

 

Descansa en la Paz Bienaventurada.

Disfruta de la Belleza de Dios Amor.

Goza de las maravillas del Cielo.

Sé feliz… y, desde Allí, donde no hay llanto, ni luto, ni dolor, sino plenitud de VIDA, intercede por todas nosotras.

Te quiere, tu hermana Carmen Capilla.

-Hna. Carmen Capilla Roncero-

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