Mª Ángeles García Carro
Peñagrande (Madrid)
18 de mayo de 2022
«HA SUBIDO AL CIELO OTRA HERMANA DE NUESTRA COMUNIDAD»
Próxima a la media noche del 18 al 19 de mayo de 2022, después de más de un mes ingresada en el Hospital Carlos III de Madrid, nuestra hermana María Ángeles García Carro era llevada de la mano de Jesús al regazo del Padre.
Pequeñita, despierta, siempre arreglada y muy friolera. Procedente de la comunidad de Sevilla, la recibimos en nuestra comunidad -enfermería- hace un año, para poder ser debidamente atendida, ya que su progresivo deterioro mental le impedía seguir el ritmo comunitario con normalidad.
Nació en Bariones de la Vega, León. Hija de maestros, tenía excelentes dotes de educadora. Recordaba con veneración a sus padres y con mucho amor a su hermana Consuelo, su sobrino “Marce”, etc. Estudió Magisterio y Catequesis, dedicó toda su vida a la docencia en nuestros colegios. Tal era su vocación que, en la enfermería, a causa de su enfermedad cerebral, confundía a las jóvenes cuidadoras con sus alumnas…
Era muy devota. Le gustaba pasar largos ratos en la capilla de rodillas ante el sagrario y tenía una especial predilección por el Niño Jesús, cuya figura del belén abrigaba en Navidad para que no pasara frío…
Su última etapa fue muy penosa a causa de su demencia. Comenzó a negarse a comer y a tomar las medicinas que necesitaba, por lo que hubo que ingresarla para intentar mejorar su estado de salud, pero su situación era ya irreversible y, poquito a poco, se fue apagando en la habitación del hospital. Tuvimos la gran suerte de contar con un médico muy bueno, compasivo y comprensivo, que la trató y cuidó con delicadeza y gran profesionalidad hasta el final. Y tuvo a su lado, a diario, a las hermanas, porque dada su avanzada edad y deterioro, el médico dio la autorización de visitarla mañana y tarde. Tenemos también el íntimo gozo de saber que se ha sentido acompañada y muy querida y ha dejado este mundo en paz. Ahora, desde el cielo, intercede por todos nosotros.
Dale, Señor, el descanso eterno y brille sobre ella, nuestra ‘gacelita’ (como solía llamarla cariñosamente su doctora del ambulatorio), la Luz perpetua. Amén.
-Hna. Carmen Capilla Roncero-