Manuela Fernández Fernández
La Seu d'Urgell (Lleida)
28 de febrero de 2019
«I si vivim per a ell vivim, i si morim per a ell morim. Tant si vivim, com si morim som del Senyor.»
La Hna. Manuela Fernández Fernández, nació en Muñón Fondero, Lena, Asturias, el 7 de marzo de 1927 y murió en Seo de Urgell, Lérida, el 28 de febrero de 2019. Todo un canto a la vida. 92 años de vida vividos en el Señor porque es Él quien nos la da y es Él quien nos la reclama, cumplida nuestra misión en la tierra. Es por eso que podemos afirmar: “Tanto si vivimos como si morimos, somos del Señor”.
92 años de vida es mucha vida, pero si añadimos que ha vivido 73 años consagrada al Señor en el Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell, podemos afirmar que ha recibido y ha dado mucha Vida; una vida en abundancia, derramada en la gratuidad y el servicio a los hermanos; en la persona de los niños, de los ancianos, de los enfermos, de los pobres, y cómo no, en las Hermanas de cada comunidad por donde ha pasado: el Colegio de Pons, el Asilo Municipal del Parque, Llar “Sagrada Familia”, Paseo de Gracia - Barcelona, la Residencia de Seo de Urgell… Y es aquí, en la Residencia de Seo, donde ha permanecido más de 30 años, donde ha recibido la última llamada del Señor: “Ven, entra, porque tu lámpara siempre ardió”.
Entra, porque era niño y me educaste, era pobre y me socorriste, era anciano y me acompañaste, estuve enfermo y me curaste, tenía hambre y me diste de comer, estaba solo y me hiciste compañía… Tantas y tantas dolencias y limitaciones por las que te has compadecido y has aliviado…
Sí, las que la vimos llegar a Seo de Urgell acompañada, desde Barcelona, y para hacerse cargo de ellas, de dos ancianas que habrían quedado desamparadas al cerrar aquella casa, podemos dar testimonio de cómo la hermana Manuela vivió las Bienaventuranzas siempre apoyada por cada comunidad, pero siempre disponible para amar y servir al estilo de Ana María Janer, acogiendo en cada momento y circunstancia al mismo Señor en la persona del hermano concreto y desamparado.
La hermana Manuela era muy “Hermana Manuela”: una personalidad marcada por su entrega total a Dios y a los hermanos, atenta, fervorosa, trabajadora, manifestando su amor a la Congregación, a las hermanas. No sabía estar sin hacer nada y ayudaba en todo: cocina, lavadero, portería, jardín, etc. Se le daba muy bien tejer a ganchillo y aprovechaba todos los momentos que podía para realizar sus obras de arte haciendo tapetes y pañuelos con puntilla que luego regalaba. Otra afición muy saludable y provechosa de Manuela era la lectura de libros buenos: vidas de santos o personas que por su manera de vivir en profundidad podías aprender el camino de la santidad, o revistas que como Vida Religiosa, Vida Nueva, el Observador Romano, etc. encontraba noticias a su medida y condición. Participaba con mucho agrado y muy activamente en los actos de comunidad en la Capilla o en las reuniones comunitarias leyendo, como todas, cuando le tocaba el turno; casi hasta el final de sus días rezando con el rezo el Oficio de las Horas y leyendo los documentos de la Formación Continuada. También le gustaba jugar con diversos juegos, en las horas de recreo con la comunidad, mostrando su habilidad y destreza para ganar la partida. Era lista y aguda, a veces irónica, dulcemente. También supo relacionarse con la enfermedad cuando ésta la visitó, y nada fácil para sobrellevarla dada su gravedad y limitada de libertad, haciéndola totalmente dependiente durante bastante tiempo e ingresada en un centro asistencial y fuera del ambiente congregacional, lejos de su comunidad. Supo vivirlo y adaptarse con mucha normalidad sin quejas ni desánimos.
Amaba mucho a su familia y estaba muy pendiente de todo lo que en ella iba sucediendo: nacimientos, bautizos, aniversarios, bodas, muertes, etc. Disfrutaba mucho cuando venían a visitarla, cosa que han hecho con frecuencia.
Tenía un carácter agradable y fácilmente hacía amistad con las personas que la trataban. Así fue como un cartero que, en sus tiempos y ratos de recepcionista atendió, recibiendo la correspondencia, mantuvo su amistad al largo de los 30 años de estar en Seo y hasta bien poco antes de morir venía a visitarla. Era chocante y ocurrente en su manera de relacionarse en la misma comunidad. Siempre tenía alguna cosa para decir que nos hacía divertir. Se fijaba en todo, nada le pasaba por alto y lo decía con toda naturalidad: vestido, calzado, peinado o despeinado…bonito o feo…
Seguro que desde el cielo continua bien integrada en su comunidad y nos encomienda al Señor. Podemos decir que su vida ha dejado mucha VIDA entre nosotras y su recuerdo permanece vivo y nos ayuda a crecer en fraternidad.
-Hna. Visitación Lorenzo Herrero-