Juana María Santiago
Rubí (Barcelona)
2 de febrero de 2019
Debió nacer nuestra hermana Juana María el 27 de diciembre de 1940 pues, según rezaba su esquela mortuoria, contaba 78 años de edad y 58 de consagración religiosa. Y, sí; nació el día en que celebramos la fiesta de san Juan Evangelista, de ahí su nombre.
¡Juani! La conocí hace muchos años siendo yo bastante jovencita. Entonces, creo que estaba destinada en Pola de Lena. De vez en cuando venía a Madrid y hablábamos de temas que, a ambas, nos afectaban. Por ejemplo, cómo nos gustaría que se desarrollase la vida fraterna en comunidad, la importancia de anteponer lo Esencial a lo superfluo, la necesidad de coherencia interna, el futuro de la congregación… ¡qué sé yo! Congeniábamos a nivel espiritual. Pero entonces no convivíamos. Sólo nos tratábamos esporádicamente. Y nos queríamos. Siempre nos hemos querido.
Pasó mucho tiempo hasta que volvimos a encontrarnos, esta vez, cuando vino destinada a nuestra comunidad con el fin de colaborar en la asistencia a las hermanas mayores y enfermas, por lo que se la ubicó en el edificio – enfermería. No recuerdo la fecha. Puede hacer más de 10 años.
Gozaba de un carácter abierto y ánimo alegre. Le gustaba cantar y, en los actos litúrgicos, lo hacía a pleno pulmón y “a su aire”.
Con lo meticulosa que soy para la liturgia, a mí me crispaba con frecuencia y, como reacción, yo cantaba muy bajito o, simplemente, callaba. Recuerdo haberlo comentado en alguna ocasión con mi gran amigo y confesor quien, con la delicadeza y bondad que lo caracterizaban (también se fue al cielo… y Juani tuvo el detalle de llamarme desde Rubí para darme el pésame…) me reconvenía: "No te disgustes porque tus hermanas no canten como tú quisieras. Piensa que, hasta los grajos, con sus cantos, alaban al Señor”. (Me dejaba sin palabras…)
¡Juani! Padecía epilepsia, tal vez desde su juventud, muy controlada. Seguía regularmente el tratamiento y las revisiones médicas, pese a lo cual, en alguna ocasión presentaba una crisis. Entonces, criatura, se sentía morir y nos decía: “¡Me muero, hermanas!” Gracias a Dios se recuperaba a los pocos minutos. ¡Pobrecita!
Tenía (tiene) una familia muy linda. Sus padres, en el cielo. Ella era la primogénita. Le siguieron tres hermanos: dos mujeres, Teresa (Teresita) y Sofía (Sofi, perteneciente a la Compañía de Santa Teresa de San Pedro Poveda) y un varón: Pompeyo (Pompeyín). Escribo en cursiva el modo familiar con que ella solía llamarlos… Digo, una familia muy linda, particularmente las hermanas, a quienes tuve ocasión de conocer y tratar las veces que vinieron a visitar a su hermana mayor; muy especialmente, con motivo de la celebración de sus bodas de oro, hace ahora ocho años. Recuerdo cómo me impactó y conmovió hasta las lágrimas la monición introductoria que preparó y leyó Sofía. Hablaba de la naturaleza de la celebración festiva y, como es lógico, mencionó a la familia: sus padres, los herma nos, sobrinos... Seguidamente, con una fuerza interior nacida de una fe inquebrantable exclamó, dirigiéndose a su hermana y a toda la asamblea:
“¡Juana María! ¡No falta nadie! ¡Hoy NO falta nadie! ¡Estamos todos!”. “Papá y mamá están aquí contigo. Viven y te acompañan y celebran contigo tu fiesta”.
Probablemente las palabras no son textuales. Lo de “¡no falta nadie!”, sí; porque esas palabras provocaron en mí un llanto incontenible, que me costó bastante controlar y nunca he olvidado. Familia cristiana, de sólida fe. Sin duda.
Juani poseía alma contemplativa. Siempre abrigó el deseo de vivir una vida de consagración al Señor más dedicada a la contemplación, por lo que años atrás solicitó iniciar una experiencia en una Orden, no sé si benedictina o carmelitana. Ingresó y permaneció en ella durante unos meses; pero volvió a nuestra congregación, persuadida de que era éste el lugar donde Dios la quería. Y ha perseverado hasta el final. Me vienen a la mente, como flashes, recuerdos que ahora me emocionan hasta las lágrimas. Por ejemplo: experimentaba un placer especial en los segundos de silencio fecundo entre salmo y salmo durante el rezo del Oficio divino, que a mí siempre me ha gustado dejar… para saborear la Palabra de Dios. Ella era sensible a esos segundos… Y lo expresaba abiertamente, lo que a mí me encantaba. Se nos ha ido al cielo, hace hoy dos días.
Actualmente residía en la comunidad de Rubí (Barcelona), donde fue destinada hace unos 6 o 7 años, no recuerdo. Tenía cerquita a su familia, pues sus padres vivieron en Tarrasa y allí, creo, residía alguno de sus hermanos, desde luego, Sofía. Ayudaba en las tareas comunitarias. Apenas nos comunicábamos. Siempre, eso sí, con ocasión de nuestros santos o cumpleaños. La última vez que hablamos fue el pasado 27 de diciembre de 2018.
“¡Carmen, guapa!”, era su saludo franco, espontáneo y cálido habitual. Y añadía que me quería mucho. Ella y sus hermanas. También yo a ellas, desde luego que sí.
No sé lo que le ha ocurrido en este breve tiempo pues, entonces –y de esto hace poco más de un mes–, se encontraba bien. Nos comunicaron hace unos días que habían tenido que ingresarla porque “se había descompensado”. Yo pensé, y así lo pregunté, que acaso tendría relación con la epilepsia. Pero no supieron darme respuesta.
Y el sábado pasado, 2 de febrero por la tarde, Laura -nuestra M General- nos dijo a su regreso de Cataluña, que Juani estaba muy malita; que no iban a aplicarle tratamiento alguno, porque se hallaba en situación terminal a causa de un cáncer avanzado. Dos horas más tarde nos comunicaba su fallecimiento. Se fue al cielo la tarde de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Fiesta de la Luz. ¡Qué día tan bonito para entrar en la eternidad, Juani! ¡Qué Belleza!
¡Juani! Vives para siempre. Emprendiste el vuelo, libre y feliz y llegaste a Casa. Tu Esposo Jesús te tomó de la mano, te condujo a la Presencia de Abbá y te llevó al Lugar que, desde el Origen, te tenía preparado.
Tengo para mí que no has sufrido; o muy poquito. Tengo para mí que Jesouhá ha cuidado de ti con exquisito primor y, deprisita, sin ruidos…, te ha tomado en Sus brazos y te ha transportado a la Plenitud.
¡Bendita seas, Juani!
Has alcanzado la Meta.
Has llegado a la Luz.
Te ha llegado el momento de conocer… como Dios te conoce.
Al fin saboreas el silencio fecundo de la Palabra.
Vives inmersa en La Palabra…
Vives inmersa en el Corazón de Abbá…
Vives en AMOR. ¿Sabes que el Encuentro tiene nombre propio…?:
¡Espíritu de Abbá y Jesouhá!
Gracias por ti, Juana María.
Gracias por tu vida entregada.
Gracias por dejarte moldear hasta configurarte con tu Señor.
Gracias por tu intercesión, estoy segura,
por todas nosotras, tus hermanas queridas.
Te quiero, y lo sabes.
-Hna. Carmen Capilla Roncero-